Comentario
Desarrollando un filón temático originario de Flandes -donde en el Seiscientos seguimos encontrando la misma amorosa inclinación e igual precisión ejecutiva y cuidada ordenación que durante el siglo XVI, si bien con distintos timbres-, la pintura de naturaleza muerta: flores y bodegones, alcanzó en el arte de Holanda un alto grado de perfección, similar al logrado en Flandes, y en algunos aspectos hasta superior. Las razones que explican este hecho son, en primer lugar, la precisión técnica y el cuidado compositivo desplegado por sus pintores, en su empeño constante por obtener una reproducción fiel y objetiva de la realidad, y, la segunda, en el arraigado amor de los holandeses por las flores, consideradas como cosas raras y dignas de aprecio, altamente estimadas en la vida doméstica y valoradas como mercancías aptas para la especulación económica, además de objetos naturales de alcance científico. Hubo artistas tan especializados que, sobre hojas de vitela, pintaron las flores más rebuscadas y bellas, en particular los tulipanes. De esta manera, con atención y cuidado más propios de un naturalista, los pintores formaron completas colecciones (a modo de verdaderos herbarios) de maravillosa precisión y elegancia, buscadas por toda Europa como piezas de coleccionista.En un primer plano, especializados en la pintura de flores, pero también de bodegones, es preciso colocar a los miembros de la familia De Heem, de Utrecht (David, su hijo Jan Davidsz y su sobrino Cornelis). La carrera de Jan D. de Heem (Utrecht, 1606-Amberes, 1684), como la de la mayoría de los pintores de naturalezas muertas y de flores, demuestra que este género era tan apreciado en el Norte como en el Sur. De cuidada minuciosidad técnica y particularizada visión descriptiva, sus bellas y complejas composiciones con frutas, flores, objetos de vajillas de plata y cristal (Bodegón, Madrid, Prado), y de jarrones llenos de flores magníficas y variadas, anuncian por su amplitud los más bellos cuadros de finales del siglo XVII y principios del XVIII, como los de J. Van Huysum.Entre los pintores holandeses especializados casi exclusivamente en naturalezas muertas, los más característicos fueron Floris G. Van Schooten (activo en Haarlem, 1612-1655), con una cuidada y arcaizante precisión en sus yuxtaposiciones de series de objetos, y Pieter Claesz (Burgsteinfurt, h. 1598-Haarlem, 1661) y Willem Claesz Heda (Haarlem, 1594-h. 1680/1682), con sus sabias y decorativas ordenaciones de objetos, en las que lograron un alto grado de perfección y un mayor rigor constructivo que los De Heem, más exuberantes y decorativos desde su traslado a Amberes. El vidrio, el estaño, la plata, todos los objetos pobres en color y ricos en matices fueron pintados por ellos con enorme cuidado y simplicidad.Durante el tercer cuarto del siglo, el barroco moderado del Norte está representado por las obras de Willem Kalff (Rotterdam, 1619-Amsterdam, 1693) y Abraham van Beyeren (La Haya, h. 1620-Overschie, 1690), quienes se entregaron a las búsquedas colorísticas y lumínicas de los pintores de inicios de la centuria, tan diversamente aplicadas, a la naturaleza muerta, haciendo más sutilmente pictóricas sus lúdicas descripciones. Kalff, el más original de todos, dio el primer lugar en sus bodegones a los objetos de plata, porcelana o vidrio, tan queridos por los burgueses holandeses (Naturaleza muerta, Amsterdam, Rijksmuseum).Merece unas líneas el género de las vanitas, un tipo de bodegón evocador de las vanidades de este mundo, tan estrechamente ligado a la escuela pictórica de Leyden y a su ambiente universitario fuertemente intelectualizado, destacando los hermanos Harmen (Delft, 1612-h. 1656) y Pieter Steenwyck (activo en Delft, 1642, y La Haya, 1654), que fijaron sus pautas: monocromía, iluminación sesgada, desorden aparente de los objetos (libros, pipas, calavera, vela...) según un esquema en diagonal. No obstante, tanto Claesz y Heda en Haarlem como De Heem en Utrecht y, luego, en Amberes, y tantos otros más, lo cultivaron.